El tiempo a la deriva

Un barco sin estrella polar navegaba en medio del océano.
El navegante consultó su brújula, pero ésta había perdido el norte y no sabía adónde mirar.

Preocupado y atemorizado, comenzó a sumergirse en meditaciones para tratar de definir una ruta. Alrededor de los mapas danzaba mirando al suelo, manos tras la espalda y fruncido el ceño; alguien le dijo alguna vez que así se piensa mejor.
Cada vez más devastado se sentó con abatimiento, y paralizado todo él, vio salir a través de sus ojos sus sueños en forma de miel.

Por ir a un paraje exótico navegaría sin temor, pero veía entonces brillar a lo lejos los edificios londinenses y extrañaba el bullicioso reír de un elegante bar ocioso. Era el «chin-chin» de las copas el que lo crispaba al saber que si a eso accedía jamás nunca gustaría de una travesía pirata y la libertad de su oleaje. Pero más si cabe su dolor se acrecentaba cuando en sueños visualizaba la paleta del follaje y la fauna arco-iris que en vida perdería si, parche en un ojo, navegaba mar adentro.

Así, muy poco a poco, entre ronquido y suspiro iba saltando de fantasía en fantasía, desgarrándose cada vez más y manchando de sangre y voluntad cohibida los más utópicos lugares de su ensoñación. Y es que tenía miedo del tiempo que no tenía, de las sensaciones que no saborearía, de las vidas que no respiraría. Estaba ante un banquete que le sería apartado en cuanto su estómago hubiere saciado; por no errar en su decisión nada tocó, ni probó, ni gustó.

La sombra se hizo mayor, las aguas pudrieron los maderos, las velas el viento desgastó;
y entre lágrimas de desconsuelo fue engullido y en el limbo de la anhedonia fue sepultado.

 

«Existir aquí y ahora significa perder la posibilidad de ser otras innumerables personalidades potenciales» – Hayao Miyazaki

Un comentario en “El tiempo a la deriva”

  1. Me parece genial este relato.
    Muy, muy triste, pero profundo; para aprender a vivir y dejar atrás el miedo.
    ¡Bravo, María!
    Pd: Tuve que buscar el significado de anhedonia ;D

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