Una anotación a modo de silogismo deductivo, o algo parecido.
Si en medio de una selva forestal tencuentras a un oso pardo, probablemente te falte tiempo para pensar “va destrozarme y aderezarme alegremente con el polvo de mis huesos fracturados” y salir por patas.
Si a mí me dicen “María, tengo audición de chelo mañana, toco un concierto clásico de Boccherini, ¿me acompañas?”, probablemente le diga que sí, porque por todo músico experimentado es sabido que generalmente puedes acompañar, sin haberlo estudiado, un concierto clásico y ojear Twitter al mismo tiempo.
Todo esto son pensamientos e ideas que se generan de algo que no hemos juzgado todavía, es decir, un prejuicio. “Pre” de antes, y “juicio” de alguna palabra latina seguro, como todas en esta vida, oiga.
Los prejuicios no son malos en sí mismos. Nos ayudan a actuar y a tomar decisiones. Un prejuicio puede ser terrible cuando se petrifica en axiomas incuestionables. No debe de ser nunca más que una herramienta para vivir, para interactuar en nuestro día de forma coherente con lo que hemos experimentado que es estadísticamente más lógico y frecuente. Basar nuestros principios y proyectos de vida en prejuicios no creo que sea una buena idea.
Si sigo, bajo tu escrutante mirada, observando las palabras y su significado de forma desapasionada, cualquier minoría no es más que algo estadísticamente menos frecuente.
Yo, como parte del colectivo minoritario de gente que no ha visto los Simpsons, he sufrido múltiples veces el abochorno de responder de forma incoherente, inadecuada o improcedente a referencias de dicha serie de animación. Es cierto que no se tiene por qué saber que no conozco esa serie, ya que lo normal es prejuzgar que una amplia mayoría de los de mi generación conoce sus bromas. Pero eso no deja de ser un estorbo en mi integración social, amoavéh.
Tal vez me sentiría menos atacada si sólo en los círculos o foros de aficionados se intercambiaran esos guiños al guión. Aunque si yo recurro a mis prejuicios en mi día a día tal vez no sería justo privar a otros de los suyos. Además, prejuzgar es un acto inconsciente, es un acto reflejo, es instantáneo, ocurre en nuestro propio pensamiento. Tal vez debería tratar de mutilar todos esos pensamientos reflejos para ser mejor persona y no perturbar la integración social de ninguno. Tal vez es mejor callar. Y si no pienso nada probablemente no hiera a nadie. Es más, para qué vivir. Vivir significa generar y tener problemas. Tal vESPERA UN MOMENTO. Pero qué has hecho de un momento a otro. Qué clase de giro intensito y melodramático es este, de una línea a la siguiente. Debería darte vergüenza.
Pues yo creo que no me falta razón.
No seas perniciosa. Sabes que no todo es de esa forma, ni tan blanco ni tan negro. Además, estos debates tan serios sobre la libertad, la responsabilidad y el altruismo de cada uno no se pueden tratar así, con osos pardos. Qué poca seriedad.
¡Y qué prejuicioso!